Bacalar: Punto Estratégico
entre dos mundos
Por: María Teresa Gamboa Gamboa
El 22 de marzo de 1901 la antigua villa de Salamanca
de Bacalar fue ocupada por el ejército federal, comandado
por el Gral. José María de la Vega, después
de ser ocupada por los mayas rebeldes durante la Guerra de Castas,
por espacio de 43 años. Este hecho en su momento fue considerado
como un logro de importancia en la campaña de “pacificación,”
que el presidente de la República Gral. Porfirio Díaz
había ordenado, disponiendo de los recursos bélicos
modernos de su época.
Para entender la importancia de este hecho, es
conveniente conocer que era Bacalar y su posición estratégica
a través de su larga historia.
Siyan kaan Bakhlalal fundada por los mayas itzáes
en el año 435 de nuestra era, a la orilla de la laguna del
mismo nombre, cuyas aguas cristalinas reflejan múltiples
tonos azules, confundiéndose el cielo con el agua, llegó
a adquirir importancia dentro del movimiento comercial y punto de
encuentro entre la ruta de tierra y la acuática que unía
con Centroamérica.
Durante la conquista española, Bacalar fue
escenario de las campañas más crueles en la península
de Yucatán. Francisco de Montejo encomendó al Capitán
Gaspar Pacheco el sometimiento de la región la cual fue lograda
en 1544, dejando una estela de dolor, muerte y abandono fundó
ese año la villa de Salamanca de Bacalar, que se convirtió
en punto de avanzada en la región de la Pimienta y del Petén
Itza que tardaría siglo y medio en ser conquistada.
A pesar de tener pocos habitantes y la pobreza
de sus vecinos, tenía categoría de villa y era la
cabecera de un extenso espacio geográfico que partía
de Xocá (hoy desaparecido, pero se presume que se ubicaba
por la actual ruta de Vallehermoso), hasta Belice y el Petén
Itzá.
Puede decirse que en esta región la conquista
militar y religiosa fue incompleta y el gobierno español
tuvo poca presencia, el Petén foco de múltiples rebeliones
indígenas, fue conquistado hasta fines del siglo XVII.
A consecuencia de lo anterior y lo accidentado
de las costas oriente y sur de la península en la primera
mitad del siglo XVII grupos de bucaneros se instalaron en Zacatan
y otros sitios del actual Belice, primero como guarida y luego atraídos
por la abundancia de palo de tinte, materia prima de gran demanda
en la naciente industria textil europea.
Dentro de estas circunstancias los bacalareños
sufrieron primero ataques piráticos como el de Diego Lucifer
“El Mulato” en 1642 y de Abraham pocos años después.
Luego fueron asediados constantemente para robar la producción
de la tintórea mencionada (el 60% de la exportación
de Jamaica procedía de la península de Yucatán).
En
la segunda mitad del siglo XVII Bacalar fue abandonada por sus habitantes
quienes se trasladaron a Xocá y Pachhá. En 1727 el
gobernador de Yucatán Mariscal Antonio Figueroa y Silva Lazo
de la Vega Ladrón del Niño Guevara recibió
instrucciones de la corona española de repoblar la villa
con colonos provenientes de las islas Canarias y construir el Fuerte
de San Felipe a orillas de la laguna, como punto estratégico
para frenar el expansionismo inglés.
Aunque la construcción total del fuerte
fue prolongado hasta finales del siglo XVIII, desde un principio
cumplió con la función de resguardo de la soberanía
española; inclusive en 1750 los corsarios yucatecos José
Palma y más adelante el Capitán José Alberto
Rendón, partieron del lugar para atacar con éxito
a los ingleses; también proporcionó ayuda al gobierno
de Guatemala para repeler ataques de piráticos en sus costas
y desalojar a los ingleses e indios Mosquitos del río San
Juan y el gran Lago de Nicaragua.
Con
la firma de los tratados de Paris de 1763 y Versalles en 1786 que
concesionó a los ingleses el corte de madera primero desde
el río Belice al río Nuevo y luego de este último
al río Hondo, la presencia del fuerte resultó aún
más importante.
A finales del siglo XVIII Bacalar se convirtió
en Puerto de cabotaje, cesaron los ataques piráticos y dió
comienzo al nutrido intercambio comercial legal e ilegal; en este
tiempo la Villa prosperó hasta tener 43 casas de mampostería,
aduana, iglesia escuela que atendían a poco más de
5,000 habitantes, dedicados a la explotación forestal, tabaco,
vainilla entre otros productos, los bacalareños se caracterizaban
por el buen pago a los trabajadores.
Los días de prosperidad pronto acabarían,
después de siglos de explotación y de injusticia el
maya se insurreccionó para dar comienzo a una de las rebeliones
indígenas más largas e importantes del siglo XIX conocida
en su época como “Guerra de Castas”. Inició
en Tepich el 31 de julio de 1847, comandada por Jacinto Pat y Cecilio
Chi; un año después el 75% del territorio peninsular
había sucumbido al machete, la tea encendida y a las balas
de los mayas.
Sin embargo en Bacalar no había gran preocupación
dadas las buenas relaciones que sostenían con los mayas;
pero su momento llegó en mayo de 1848 cuando requirieron
las tropas indígenas de Venancio Pec les sean entregadas
todos los efectos de guerra y el fuerte; la situación geográfica
de la villa era de gran importancia para la provisión de
pólvora y armas que los comerciantes ingleses los vendían
a cambio de los recursos forestales de la región, respetaron
la vida de los pobladores quienes se refugiaron en la parte norte
de Belice: Corozal, Orange Walk, Consejo, Sarteneja, Amber Griss
(hoy San Pedro). Precisamente por su posición estratégica
el ejército yucateco al mando del Coronel José Dolores
Cetina con 800 hombres de la Séptima División partieron
en abril del año siguiente para recuperar la villa de Salamanca
de Bacalar. Lo acompañaron 140 mercenarios norteamericanos
dados de baja por su nación al terminar la invasión
a México y contratados por el gobierno yucateco. El 21 de
junio de 1849 recuperaron Bacalar.
Como decía Nelson Reed “una cosa era
tomar Bacalar y otra conservarla...” por mucho tiempo la villa
fue sitiada por los mayas y en medio de las batallas las tropas
yucatecas construyeron una muralla alrededor de la población,
atormentados por la hambruna que la escasez de alimentos ocasionó
en ambos bandos.
Nueve años vivieron ambos ejércitos
en estas condiciones, el surgimiento del culto a la Cruz Parlante
le dio una nueva dimensión a la guerra, la presión
sobre los bacalareños aumentó. El 21 de febrero de
1858, después de una noche de intensa batalla Bacalar quedó
en manos de los mayas; el escenario de dolor y muerte fue el mismo
que en otros lugares, la máxima de “ojo por ojo, diente
por diente” siguió vigente. En el Archivo Histórico
de la Secretaría de la
Defensa Nacional (Exp. 6288) conservan la nómina de las 46
familias que murieron esa noche, aunque no conocemos la nómina
de los mayas muertos; en la iglesia de San Joaquín quedaron
los cadáveres insepultos de las víctimas así
como las paredes manchadas de sangre, como mudos testigos del drama
de casi medio siglo.
Por el estratégico Bacalar continuó
el activo comercio entre mayas e ingleses, el intercambio de armas
y recursos forestales, el imperio de la Cruz Parlante se instaló
por 43 años hasta el 22 de marzo de 1901.
Al ser creado el Territorio Federal de Quintana
Roo el 24 de noviembre de 1902 se convirtió en la cabecera
del Distrito Sur hasta 1904, después de poco a poco nuevamente
comenzó el proceso de despoblamiento al retirarse el ejército
federal y con ello se cerró el amplio círculo como
punto estratégico en la vida económica, política
y social de la región sur de Quintana Roo.
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