"ENFOQUE" DOMINGO 3 DE NOVIEMBRE DE 1968 Concluída la XIX Olimpiada, celebrada en nuestro país y en términos generales casi podríamos decir universales, el esfuerzo mexicano ha sido reconocido, no solamente como un gallardo intento de hacer las cosas bien, sino como un logro perfecto de una meta de alto rango. Para decirlo si neufemismos, lo hecho por México no tiene precedentes en el mundo Olímpico ni en cuanto a organización ni en lo que toca a resultados, brillantez, calor humano, entusiasmo y respaldo popular. Tampoco podemos negar que nuestros juegos sirvieron de mucho para calmar los ánimos del movimiento estudiantil; y si la tregua de los Juegos Olímpicos sirvió, al menos, para que el forcejeo jadeante sucediera un intento de plática cuerda, bienvenido sea el respiro de las dos semanas de gran espectáculo deportivo. Pero después de esta "tregua", solamente el Presidente de la República por una parte y el Consejo Nacional de Huelga por la otra, están en posibilidad de dar fin al conflicto. El diálogo fraternal sin rencores es ya impostergable. Debe entablarse si se quiere evitar mayores males al país y lo menos que podemos conceder es que ninguna de las partes desea agravar mas la situación, por que después de todo, lo que nosotros los jóvenes queremos, es un mundo mejor, donde la justicia mande, donde la dicha sea posible, donde sobre las conveniencias groseras sean los altos valores humanos los que al cabo resplandezcan. No somos fieras ni demonios, ni hemos perdido la fé en los limpios destinos de la patria a cuyo bienestar queremos cooperar verdaderamente y sólo pedimos una amplia oportunidad para ello. Somos muchos, apasionados sí, desenfrenados a veces. Ya no es tiempo de recapitular acerca de las cada vez más numerosas causas y pretextos que se supone dieron origen al actual estado de cosas. Tampoco debemos detenernos por que haya habido intereses ajenos que han desvirtuado la acción de unos y otros. ¿En qué se demeritaría la autoridad del Presidente de México por acudir a un intercambio de pensamientos con el Consejo Nacional de Huelga? Ya es hora de decidirnos. México no sólo lo necesita si no que lo exige. Esta es, pues, la mejor oportunidad para alejar de nuestros pasos el color del odio y el olor de la sangre. Poner en la balanza no la terquedad de un lado y el rigor del otro, sino la diafanidad clara que venza la ternura y la bondad del padre. Los pueblos valen más que por su impecabilidad material, por su entraña moral indestructible. Cd. Chetumal, Q. Roo a 3 de Noviembre de 1968
|